Es mi mano la que mueve la
pluma, es la tinta con su relación tan intima con el papel, la que fija mis
palabras y las aparta del olvido. La pluma es de mi propiedad, la tinta (dentro
de ella) lo mismo me pertenece, otro tanto puede decir del papel. ¿Puedo decir
lo mismo de las palabas? ¿Son de mi propiedad los signos, los conceptos? Ciertamente
no, el pronunciar y escribir me arrebata la propiedad de lo enunciado… ¡Pero no
me exime de sus responsabilidades!
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