VIII
Cincuenta y tres minutos después de la última grabación…
Todo sucedió tan rápido que apenas puedo creerlo. Cuando
llamaron a la puerta acudí con la esperanza de encontrarme a alguien con quien
hablar de lo que sucede. ¡Dios, cómo deseo ahora no haber abierto la maldita
puerta! Ansioso por encontrarme con alguien no observe por la mirilla como de
costumbre y abrí la puerta de par en par. Al otro lado me esperaba una joven
mujer de piel sumamente pálida que lucía una fea herida en una de sus piernas.
Apenas podía mantenerse en pie. Impactado por su demacrado aspecto le pedí que
entrara a mi departamento y me contara lo que le había sucedido, pero ella no
pronunció palabra alguna, tan sólo emitía un leve gemido que yo atribuí al
dolor que debía causarle la lesión de su pierna. Como permanecía inmóvil en el
umbral de la puerta la tomé por el brazo para hacerla entrar, su piel estaba
extremadamente fría y aparté no sin algo de repugnancia mi mano de aquella
gélida piel. Aquello provocó una reacción en la mujer, quien alzó su rostro
para mirarme. ¡Dios, aquella mirada salvaje y sin alma jamás la podre olvidar!
No sé bien
que sucedió después, para cuando recobre la noción de las cosas, los dos
estábamos forcejeando en el suelo. Yo luchaba con todas mis fuerzas por
liberarme de la presión de su frio y rígido cuerpo, mientras que esa cosa mordía con ansiedad el aire en
busca de mi cuello. Ignoró cuanto duró esa angustiante situación, en ese
momento tan sólo era consciente de que me debilitaba cada vez más y que aquella
mujer no parecía agotarse de sus salvajes intentos de morderme. Finalmente,
haciendo acopio de todas mis energías logré empujarla con suficiente fuerza
como para apartarla de mí. De inmediato me puse de pie y retrocedí hasta una de
las paredes sin dejar de observar con miedo y repugnancia a esa cosa que se afanaba torpemente por
ponerse de pie. Cuando aquello por
fin logró incorporarse yo ya estaba del otro lado de la habitación empuñando mi
automática y con ella le ordené que permaneciera lejos de mí. La visión del
arma no la amedrentó lo más mínimo y volvió a acometer en mi contra. Con temor
puse ambas manos en el mango de la pistola, cerré los ojos y accioné el gatillo
hasta vaciar el cargador. Cuando abrí los ojos aquella cosa yacía en el suelo de madera convulsionándose salvajemente. ¡La
maldita seguía con vida! Aterrado coloqué un nuevo cargador y me dispuse a
disparar de nuevo. Aquella cosa me
miraba con odio y ansiedad, una rabia indecible asomaba a su mirada. Pronto
pararon los espasmos de ese pútrido amasijo de carne, tan sólo permanecía esa
mirada. Comprendí que uno o más de mis tiros le había destrozado la columna
vertebral dejándola inmóvil. Sin embargo, no me iba a quedar para averiguarlo,
así que tomé mi mochila junto con una linterna y abandoné el departamento.
Vagué durante
algunos minutos por las vacías y obscuras calles de la ciudad con mi arma lista
en la mano, sobresaltándome al menor ruido. No sabía a dónde ir, no sabía donde
seria seguro estar, así que camine hasta llegar a una estación de policía.
Lleno de alegría atravesé las puertas de madera esperando encontrar allí mi
salvación, pero sólo el silencio y la obscuridad me esperaban dentro. Me siento
agotado, creo que descansare en uno de los sillones que vi en otra habitación.
IX
Dos horas después de la última grabación…
Debí dormir durante algunos minutos, Dios sabe que lo
necesitaba después de lo que ocurrió en mi departamento. Tras despabilarme
comencé a analizar mis opciones, regresar a mi casa estaba descartado, no sólo
porque aquello seguía allí, sino
porque en mi carrera había dejado la puerta abierta e ignoraba que más podría
encontrarme. Podría quedarme en la estación a esperar que los policías
regresaran y encomendarme a su protección, pero cuánto tiempo tendría que
esperar para ello era algo que desconocía. Aún así, asumí que esperar era mi
mejor opción por el momento. Pronto la espera se volvió insoportable, así que
para ocupar el tiempo decidí explorar el lugar, quizá, sólo quizá, lograra
encontrar a alguien más refugiado en aquel lugar abandonado. Los primeros
minutos de búsqueda fueron infructuosos, únicamente habitaciones vacías y
mobiliario abandonado, ni el menor indicio de vida por ninguna parte. Tras
atravesar algunos cubículos con las puertas firmemente cerradas llegué a una
enorme sala en cuyos muros colgaban anuncios y oficios de diversa índole,
sillas de madera y escritorios abarrotados de documentos componían todo el
decorado. Aquella debía de ser la sala de espera. Dirigí el haz de mi lámpara
por los muros y descubrí algo que me heló la sangre, aquí y allá encontraba
pequeños agujeros acompañados de manchas marrones informes. Por todo el suelo
se encontraban casquillos de diversos tamaños. Me incliné para recoger alguno
de ellos y mis dedos se toparon con un fluido espeso y viscoso, sangre. En
aquel lugar debió darse una batalla entre la policía y aquellas criaturas. Me sorprendió sobremanera no
encontrar ningún cuerpo, como si uno y otro bando hubieran recogido a sus
caídos tras la batalla.
De nuevo vuelvo a escuchar ruidos en la
planta alta. Sonidos ásperos y reverberantes que se repiten cada cierto tiempo.
No reúno el valor suficiente para subir esas tétricas escaleras, pero tarde o
temprano tendré que hacerlo.
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