Hoy se cumple el 182° aniversario del nacimiento del
escritor sudafricano John Ronald Reuel
Tolkien, mejor conocido como J. R. R. Tolkien, el verdadero «Señor de los
anillos».
He de admitir que la primera vez que le oí mencionar fue cuando
en el año 2002 Hollywood decidió llevar a la pantalla grande una serie de
películas de fantasía basadas en la obra de un, para entonces desconocido para
mí, escritor de apellido curioso.
Disfrute enormemente las películas (las que por cierto pese a
su calidad no pudieron desbancar a la saga original de Star Wars de mi
corazón), pero más importante aún, gracias a ella me fue dado conocer la obra
de Tolkien, a través de una muy bien cuidada selección de títulos editados por
Minotauro y distribuidos por Planeta de Agostini en ese mismo año.
Ese 2002 lei lo que se puede llamar lo canónico de su obra: El
Silmarillion, El Hobbit y los tres (en mi caso cuatro) volúmenes que componen
su gran epopeya de El Señor de los Anillos: La comunidad del anillo I y II, Las
dos torres y El retorno del Rey.
Bastaron unas cuantas páginas para que me diera cuenta de que
estaba ante uno de los grandes de la literatura. Disfrute en grande de su
lectura (con altibajos, por supuesto, surgidos sin duda del distanciamiento
entre nuestras respectivas culturas) y sin duda es para mí el máximo exponente
del género fantástico.
No diré que Tolkien fue original (ni falta que hace). Para
quien sabe mirar, a lo largo de la obra saltan las fuentes de las que surge su
literatura. Tolkien fue sin duda un hombre sabio, que tuvo a bien retomar
elementos de distintas culturas y mitologías, construyendo con ello una
magnifica saga que no sólo entretiene, sino que mantiene vigente (y vivo) el
mito como forma de expresión (artística, estética, política o social).
Podría decir más,
mucho más, pero dejare que otras plumas mejor cualificadas se encarguen de
recordar y celebrar tanto al hombre como a su obra, yo únicamente diré: Feliz
Cumpleaños, señor Tolkien, se le agradece y echa de menos.
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