Ella está justo ahí, desnuda, de espaldas hacia mí.
Frente al espejo peina su largo y obscuro cabello con un pequeño cepillo
nacarado. Ahora sé que la amo.
Sostengo con firmeza el fracturado palo de
la escoba y con fuerza lo clavo en su espalda, atravesando musculo y hueso
hasta llegar a su corazón. Ella emite una especie de quedo suspiro que se
extingue rápidamente. Su cuerpo se derrumba, privado de todo soporte vital.
No tenía opción.
Ella no se reflejaba.
Comentarios
Gracias por pasar a leer.
Saludos.