Transcurridos ya algunos meses de la salida de mi obra Su última carcajada y tras la buena
recepción que esta ha tenido, cosa que me entusiasma y sorprende a partes
iguales, me gustaría, a manera de agradecimiento, compartirles la historia de
cómo un pequeño relato se convirtió en mi puerta de entrada a la ya muy larga,
noble y no siempre bien apreciada tradición del bolsilibro.
La fecha exacta me elude, pero recuerdo
bien que a través de la página de Facebook de mi colega y amigo Paulo César
Ramírez vi que la en ese entonces recién formada editorial NeoNauta, sacaba una
convocatoria de relatos centrados alrededor de la Primera Guerra Mundial. En
una primera instancia, por encontrarme enrolado en otros proyectos, dudé en
participar, no obstante, tras tener un fogonazo de inspiración, al final opté
por involucrarme.
La idea que tenía en mente, que en ese
momento no era más que un muy vago esbozo, consistía en narrar una aventura de
Sherlock Holmes durante la Primera Gran Guerra. Claro, Conan Doyle ya lo había
hecho, y bastante bien por cierto en el relato que puso fin al Canon
Holmesiano: Su último saludo en el
escenario. Pero eso, más que desanimarme me dio impulso para hacer mi
intento.
Trabajar con el señor Holmes no fue
nada sencillo, pues en más de una ocasión parecía que la historia la orquestaba
él y no yo, pero como el buen caballero que es, me permitió dirigirlo y la
historia pudo llegar a buen puerto. Uno mucho mejor de lo que esperaba, pues tras
haberla enviado a la convocatoria, Patxi Larrabe, el editor de NeoNauta, se
puso en contacto conmigo para hacerme una propuesta que yo no podía rechazar:
convertir ese relato en un bolsilibro que aparecería dentro de su colección “Aventuras
de Bolsillo”.
Doblar el tamaño del texto para
ajustarlo a los requerimientos de la editorial fue una ardua labor que me llevó
a momentos de tensión, frustración y olímpicos bloqueos mentales que me tentaban
a mandar todo el proyecto al más recóndito gueto del averno. Pero siendo tan
necio como soy y a pesar de las muchas páginas suprimidas de un plumazo y a la
horda de figuras, nombres y objetos que se colaron en la trama, el texto
definitivo de Su última carcajada se entregó
en forma y tiempo.
El resto, como se dice, es historia.
Así que no me resta más que agradecer
de nueva cuenta a todos los que con sus comentarios y lecturas han hecho de mi
bolsilibro algo muy grande. El señor Holmes y yo les damos las más sinceras
gracias.
(si Godzilla lo aprueba, es que hay "razones de peso" para ello)
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